lunes, 5 de diciembre de 2011

Noticia: Guía de Buenos Aires (una ficción) se ha vestido de libro: los interesados por favor hacer señales de humo, muchas, pero muchas gracias

Buenos Aires es nao y misterio. Una damisela nacida entre el viento y la garúa. La ciudad es galaxia que guarda universos chiquitos. Buenos Aires bien puede ser un tren de vagones ligeros que discurre debajo de un puente: la vida que se acaba y el intento de soplarle la eternidad a la muerte. Sobre el puente siempre pueden alistarse los observadores: una feliz manera de conocer el murmullo amanecido, sucede cuando las historias se dejan ver en su tránsito cotidiano.
Edgardo Lois






Historia previa

Desde que conozco el trabajo fotográfico de Eduardo Noriega que juego a imaginar un libro con sus fotos y mis palabras.
Varios cafés, en el Margot (Boedo) y en el Cao (San Cristóbal), sellaron el acuerdo. Eduardo me acercó una buena cantidad de fotos y seleccioné cincuenta y cuatro. En ellas descubrí que había una ruta, un viaje o flecha indicadora que traía la mirada desde la provincia de Buenos Aires hasta la ciudad. Noriega es fotógrafo urbano, lo suyo es la calle y su gente, y nuestra pequeña galaxia respira en buena salud dentro de su trabajo, una de esas paradas que llevan, como debe ser, toda la vida. Le dije que ya tenía la Guía de Buenos Aires y partí de juego con la escritura.
Escribí sobre Antonio, un personaje de ficción que sueña, camina, que transita la vida atento a los recuerdos, a los pensamientos. La ciudad es el gran plano general, la presencia madre.
El recorrido llegó a su fin: libro terminado, descubierta una de las ciudades posibles.

Edgardo Lois










I

La bicicleta decretó que el triciclo de Antonio se hiciera historia.
Cuando al fin le sacaron las rueditas chicas, las de mantener el equilibrio, que acompañaban la rueda de atrás, el pasado ni siquiera recortó una sombra y su mundo universo supo de la fragilidad.
El tiempo de la infancia, la sucesión inmediata de los acontecimientos, llevó a Antonio del triciclo a la primera bicicleta. Después vinieron las horas de la otra vida, de la otra bicicleta: los días en que el mar era la frontera.


XV

Un hombre que sabe cuándo disfrutar de las lejanas tejas del cielo, y cuándo acomodarse un poco cuando el paisaje viene de apretada.
Acomodarse, que no es lo mismo que decir derrota, desmemoria.


XVIII

La noche le acerca sueños, y los sueños alguna de las viejas culpas.
En un sueño recurrente, la maligna maquinaria de un reloj gigante juega a aplastarlo con su rueda.
Aromas de metal, Antonio sueña con un realismo salvaje. La imagen no se desdibuja, es imagen simple y directa. Su mirada sedienta quizá no sepa de descansos.
Él camina rápido entre barandas, lleva una bolsa en una de sus manos. Está a unos cuatro metros de la rueda que lo va aplastar.
Sin embargo, el destino no lo desanima, y sigue su camino.


XXIX

La amiga de Antonio se quedaba sola en el patio de la escuela.
Le había dicho que de pibita tenía miedo, que se sentía diferente, extraña. Que en su escuela primaria había sufrido mucho. Sentía que los demás no la querían.
De pibe se ganan los dolores más feos, bien lo sabía Antonio.
Estar lejos de la puerta para salir a jugar, tan altas las ventanas, estar tan lejos del amor, como si después de todo, fuera otra insignificancia.


XL

La felicidad es un arte efímero, le dijo un sabihondo de café a Antonio.
Una verdad revelada por un ser mítico de la fauna porteña.
Mitad gato filósofo, mitad perro callejero.
Anteojos de marco grueso, lo llamaban el profe Ricardo. Pipa al tono. Mirada amiga.
Un pocillo de café con humito sobre la mesa. Un tango de fondo.El sabihondo le dijo: A tener en cuenta, pibe, la felicidad es un arte efímero.