lunes, 5 de diciembre de 2011



XVIII

La noche le acerca sueños, y los sueños alguna de las viejas culpas.
En un sueño recurrente, la maligna maquinaria de un reloj gigante juega a aplastarlo con su rueda.
Aromas de metal, Antonio sueña con un realismo salvaje. La imagen no se desdibuja, es imagen simple y directa. Su mirada sedienta quizá no sepa de descansos.
Él camina rápido entre barandas, lleva una bolsa en una de sus manos. Está a unos cuatro metros de la rueda que lo va aplastar.
Sin embargo, el destino no lo desanima, y sigue su camino.

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